miércoles, 24 de diciembre de 2008

CAPITULO 22: REFLEXIONES EN EL CASTILLO



El Conde Draculay gritaba de dolor mientras sus carnes muertas se pudrían ante la luz del sol, imperioso en el cielo. El espectáculo fue ciertamente horrendo. Yeray dio un paso atrás mientras observaba aquella macabra escena. Los huesos del vampiro empezaron a aflorar, mientras aquella siniestra mandíbula de esqueleto gemía, y todo el cuerpo se fue desmoronando hasta que finalmente quedó en el suelo un montón de ceniza junto con la ropa, el bastón y el sombrero que portaba el Conde.


YERAY: ¡Sí! ¡Por fin!- Gritó el mago feliz.


Frank y Charlotte salieron de las catacumbas y se reunieron con Yeray y el conejo Osiris. Todos estaban contentos de que aquella mala pesadilla hubiera acabado. Las personas que estaban en el gran salón abandonaron pronto aquel lugar. De alguna forma, al morir el vampiro, todo el mundo había salido de su ensoñación.


Zanjada la nueva aventura, el pirata se dispuso a activar de nuevo la brújula mágica, cuando de repente, Charlotte se lo impidió.


CHARLOTTE: Frank… Cada vez que viajamos, nos vemos envueltos en un nuevo problema, y nunca tenemos tiempo para nosotros. Creo que ahora mismo que tenemos todo un castillo para nosotros, estaría bien parar para descansar y comer algo.


YERAY: Sí, yo también creo que es una buena idea. El pobre Osiris tiene que comer algo también.


FRANK: De acuerdo, pasaremos el día aquí.


YERAY: Yo me encargaré de preparar algo para comer. Vosotros podéis daros una vuelta.


Charlotte no lo dudó un instante, y subió escaleras arriba para echarle un vistazo a los pasillos y habitaciones de aquel viejo castillo. Mientras tanto, Frank aprovechó para salir fuera y contemplar el valle donde estaba situado aquel edificio. Aquel lugar era espléndido por el día, aunque por la noche todo se volviera inquietante. Pensó en los últimos hechos que habían sucedido, y las veces en que Charlotte estuvo a punto de morir. Entendió que tener esos sentimientos tan fuertes hacia ella lo harían más débil como capitán pirata, porque siempre tendría un miedo atroz a perderla, y su corazón estaría sufriendo constantemente… Charlotte quizás no estaba capacitada para ser una pirata, quizás debía abandonar este “barco”, o al menos, debía abandonar su corazón…


Una hora más tarde, todos estaban reunidos alrededor de una gran mesa de madera. El mago sacó de su caja mágica algunas bebidas, y había preparado unas verduritas y unas frutas.


FRANK: ¿Y no hay un poco de carne o pescado?


YERAY: No, lo siento, es lo único que he podido encontrar por la zona…


FRANK: Vaya… (Dijo con tono deprimido).


CHARLOTTE: Está muy rico todo, Yeray, gracias. Frank, cómete eso, y calla.


Durante la cena, Charlotte miró a Frank, y reflexionó sobre todo lo que había pasado desde que conoció a aquel extraño pirata. Aunque pareciera poca cosa, y siempre anduviera diciendo chorradas, en el momento de la acción era todo un valiente, y ya la había salvado de la muerte en más de una ocasión. En ese momento, Charlotte sintió un enorme afecto hacia Frank. ¿Qué era eso? ¿Cariño? ¿Amistad? ¿Amor…? ¡Imposible! No se podía enamorar de alguien como aquel hombre que tenía ideas absurdas con frecuencia.


Esa noche, Frank miró a Charlotte con otros ojos. A partir de ahora tenía que ser una compañera de viaje más, como Yeray, y no alguien especial…


YERAY: ¿Os dais cuenta todo lo que hemos hecho desde que nos conocimos?


CHARLOTTE: Han pasado las cosas muy rápido y apenas soy consciente de todo.


FRANK: También es que en más de una ocasión has estado inconsciente.


CHARLOTTE: Ejem… ¡Eres un idiota!


Todos rieron.


CHARLOTTE: Ya en serio, sé que quizás no soy la pirata que esperas de mí, Frank… Pero te aseguro que voy a poner todo mi empeño por defenderme y no causar problemas.


FRANK: Tranquila, sé que lo harás. Las situaciones han sido muy complicadas y las últimas veces es verdad que has sido la que más en peligro ha estado, pero confío que más adelante te harás más fuerte. Tienes alma de pirata.


CHARLOTTE: Gracias… (Dijo sonrojándose).


Frank dio un salto y se subió sobre la mesa.


FRANK: ¡Somos una verdadera tripulación! ¡Y pronto nos convertiremos en unos verdaderos piratas!


YERAY: ¡Todo gracias a ti, capitán!


Charlotte se sintió triste, pensando en lo poco pirata que ella era, y viendo lo ilusionado que estaba Frank con convertirse en un gran capitán pirata, y no daba signos de que le hiciera ilusión estar a su lado…


Pasaron la noche en el castillo, cada cual en una habitación, y cogieron fuerzas para la nueva aventura que les esperaba. A la mañana siguiente, ya estaban poniendo en marcha aquella mágica brújula y el remolino de colores típico los envolvió, y los hizo girar a través del tiempo…


No hay comentarios: