martes, 27 de mayo de 2008

CAPÍTULO 3: EL TRUEQUE.


Charlotte, que así era como se llamaba la joven dama que había conocido Frank, no estaba dispuesta a aguantar la tomadura de pelo que aquel loco intentaba hacerle. ¿Un capitán pirata? ¡Vamos! ¿Quién se iba a creer semejante cosa en pleno siglo 20?
Hacía siglos que nadie oía hablar de piratas...

La muchacha se volvió a montar en el coche y se marchó, dejando al pobre Frank solo en la carretera. Éste, abatido, empezó a deambular por el camino que había tomado el extraño navío, hasta bien entrada la mañana. Frank se puso a seguir el rumbo que la brújula marcaba, sin saber muy bien a donde le conduciría.

Fue entonces cuando a lo lejos, ya perdidas todas las esperanzas de encontrar a aquella mujer, cuando divisó a una señora y a su criada juntas en una pequeña plaza.

¡Frank no podía creerlo! ¡Había encontrado a la mujer de sus sueños! ¡Todo gracias a la brújula mágica! Y a pesar de haberla perdido una vez, ¡la había vuelto a encontrar! Esta vez no podía dejarla marchar... Pero, ¿era su bella dama una criada? ¿Cómo podía esa muchacha ser sirviente de otras damas? No, no lo permitiría, ella estaba hecha para ser servida, no para servir...

Una vez que Charlotte se alejó con la cesta al mercado, Frank aprovechó para acercársele a la señora.

FRANK: Buenos días, mi señora
ANNE: Buenos días, caballero, ¿puedo ayudarle?
FRANK: Así es. ¿Qué puede decirme de Charlotte?
ANNE: ¡Oh, ella! Esta joven muchacha trabaja para mí desde que mi esposo falleció en el mar... Me he sentido muy sola desde entonces, pero la compañia de Charlotte es lo que más estimo ahora...
FRANK: Le propondré, pues, un trato que no podrá rechazar...

Se acercó al oído de Anne, y le hizo una "sugerente sugerencia". La mujer abrió los ojos por la sorpresa y la expectación.

Frank Sparrow regresó al lugar donde había dejado a Zacharías Smith, y lo encontró confuso y desorientado. Le explicó que la brújula los había llevado a un lugar muy apartado de la cueva, pero que no se preocupara. Le colocó una gorra, y lo arregló un poco para la ocasión. Tenía que estar atractivo.

Cuando volvieron a la pequeña plaza, las dos damas les estaban esperando. Para Charlotte fue una desagradable sorpresa volver a tomarse con el pirata loco aquel.

CHARLOTTE: ¿Qué haces tú aquí?
ANNE: ¡Charlotte! ¡No seas descortés con nuestros invitados!
FRANK: Mi señora, le presento a Smith, Zacharías Smith.
ZACH: Buenas tardes, mi lady.
ANNE: Es todo un placer conocerle, caballero (dijo la señora ruborizada)

Los dos ancianos se alejaron de los jóvenes, y tras un rato de charla, ¡ya estaban bailando un tango! ¡Tan felices y tan joviales!

FRANK: Le he propuesto a Anne que Zacharías se quede con ella a cuidarla. Así tú y yo nos podremos ir a navegar por el mundo.
CHARLOTTE: ¡¿Qué?! ¿Pero quién te crees que eres para hacer semejante cosa? No, no, no, no me pienso marchar de aqui!
FRANK: Mira, esta es una brújula mágica que hará que podamos viajar a una velocidad inimaginable.
CHARLOTTE: ¿Ah, sí? (dijo pensativa...)

La joven le arrebató la pistola a Frank y lo amenazó con dispararle si no la ponía en funcionamiento.

CHARLOTTE: Siempre quise ser una pirata. ¡Jajaja! ¡Creo que ha llegado el momento!
ANNE: Charlotte! ¿Te has vuelto loca?
FRANK: La última vez puse la espada así, sobre la brújula y...


Y un estallido de colores los envolvió en un abismo de sensaciones.

jueves, 22 de mayo de 2008

CAPÍTULO 2: UN DULCE ENCUENTRO




Fue como caer por un tobogán muy largo, donde todo a su alrededor eran luces, colores y formas extravagantes. Frank y Zacharías seguían agarrados el uno al otro, como momentos antes hicieran durante la pelea, y juntos descendieron por ese túnel de fantasía e irrealidad.


De un momento a otro todo acabó, y los dos hombres de mar, aparecieron tirados sobre un suelo de tierra, muy diferente al rocoso que había en el interior de la gruta donde encontraron la brújula.


Frank Sparrow volvió a la consciencia el primero. Se encontraba confuso y desorientado. ¿Qué había pasado? Era la pregunta que resonaba en su cabeza una y otra vez... Intentó reanimar a su "compañero de viaje", pero éste seguía inconsciente. Aún aturdido, recogió su sombrero y su espada e intentó, sin éxito, volver a poner en funcionamiento la brújula. Ni con la espada, ni moviéndola en el aire. Nada, la brújula no hacía nada especial.

Decidió que lo más conveniente era reconocer el territorio.


Abandonó por un instante a Zacharías Smith, y se adentró en el oscuro bosque que los rodeaba. Caminó en la oscuridad de la noche sigilosamente, por los peligros que pudieran surgirle, y llegó hasta un sendero donde no pasaba un alma.


Fue mientras examinaba el camino, cuando de pronto surgieron dos luces a lo lejos que se fueron acercando muy rápidamente, como volando en el cielo, y seguidas por un estruendoso sonido que iba aumentando con la cercanía de ellas. Frank se asustó, y blandió su espada; si era el momento de luchar, demostraría que era un valiente, y no un fracasado como habían pretendido hacerle creer otros piratas.


Cuando las luces estaban a sólo unos metros de él, se oyeron unos gritos, y el sonido y las luces frenaron en seco. La intensidad de las luces disminuyó, y creyó ver las caras de personas tras ellas.


HOMBRE1: ¡Apártate de ahí, capullo! ¡Casi te atropellamos!


FRANK: ¿Qué extraño navío tenéis, que puede deslizarse por tierra, y que posee una luz más brillante que el mismo fuego?


HOMBRE2: ¿Pero qué dice este majara? ¿Y qué hace vestido de pirata? ¡Se ha escapado de algún psiquiátrico!


FRANK: Un navío así me sería de gran ayuda para mí. Os reto en duelo. Si gano me entregaréis vuestra nave, si pierdo, seréis conocedor de mi tesoro mágico.


MUJER: Este hombre ha perdido el juicio. Me acercaré a él.


HOMBRE2: ¿Estás loca?


MUJER: No os preocupéis, no va a pasarme nada.


La chica bajó del coche, y lentamente se fue acercando al pirata que tenía la espada alzada. Se miraron fijamente...


MUJER: Tira la espada al suelo, y hablemos. No vamos a luchar.


FRANK: Nunca lucharía contra una dama...


Y dejó caer su espada, como ella había ordenado. Pero algo extraño sucedió en las entrañas de Frank Sparrow. Sintió una extravagante fascinación por la mirada de aquella muchacha, por la silueta que se dibujaba ante las luces del fondo, por la imagen que proyectaba sobre su retina.


Frank Sparrow sabía que había perdido la batalla...

domingo, 18 de mayo de 2008

CAPÍTULO 1: LA BRÚJULA MÁGICA




El capitán Frank Sparrow siempre había sido un fracasado. Para empezar, no tenía barco ni tripulación a la que capitanear. Por lo tanto, eso de capitán... era algo que sólo se decía él a sí mismo. Por otro lado, nunca había encontrado grandes tesoros, ni había ganado ninguna batalla. Frank Sparrow era, sin lugar a dudas, un fracasado.



Cansado de que los demás piratas se burlaran de él, se puso a indagar sobre el paradero de tesoros legendarios, sobre esos tesoros que eran mas bien míticos, que en realidad no tenían porqué existir. Fue así como encontró a Zacharías, un viejo pirata que estaba en la ruina, pero del que se decía que conocía los grandes secretos del océano.



Frank obligó con la punta de su pistola a que Zacharías le llevara hasta el paradero de la brújula mágica, la cual era famosa por transportar a los barcos con una velocidad espectacular hasta sus objetivos.



Si Frank pretendía encontrar tesoros, la brújula sería de gran ayuda.



Zacharías accedió a regañadientes, y Frank lo dejó en el bote mientras, guiado por la luz de su candil, entraba a la gruta secreta en la que se encontraba la famosa brújula.



Y allí estaba, majestuosa como ninguna otra. Una brújula brillante, cuyo cristal parecía hecho de perlas preciosas. Se acercó hasta ella, y con un miedo sobrecogedor, a lo que pudiera pasar, la tocó con la punta de su espada...



Zacharías: ¡NO! ¡NO LA TOQUES!



Zacharías había cogido la pistola que, como era de esperar en un fracasado, Frank se había dejado en el bote.



Pero ya era demasiado tarde, la brújula había empezado a emitir un resplandor azulado verdoso, y dispara chispas.



Frank y Zacharías empezaron a pelear, y mientras estaban tirados en el suelo golpeándose, la brújula los envolvió en su extraña luz, y los hizo desaparecer de la cueva...





- Continuará... -